jueves, 30 de septiembre de 2010

Por qué secundé la huelga

La huelga general ha sido un fracaso, como se preveía. Algunas personas me han preguntado por qué la secunde (en mi caso el día 28 al trabajar en un periódico) a pesar de que la consideraba tardía y muy mal organizada. He aquí mis razones y mis reflexiones al respecto:

1. Al contrario que los sindicatos, yo sí secundé la huelga para derrocar al Gobierno. Desde el día del mes de mayo que ZP se cayó del caballo y decidió renunciar a sus principios y a sus promesas vengo diciendo que si tuviera un mínimo de vergüenza habría dimitido. Esa fue una de las razones.

2. Me preocupa la desmovilización y el individualismo creciente de los españoles. Los gobernantes nos suben los impuestos, las tasas municipales, nos quitan derechos, nos roban..., y a lo más que llegamos es a protestar en la tertulia del bar. Cuando alguien propone hacer algo siempre obtiene la misma respuesta: "No servirá para nada". Como ha dicho nosequién, la única huelga que no sirve para nada es la que no se hace. Ésta, me temo que no va a servir para mucho, pero siento que ya he hecho algo más para cambiar las cosas que quienes mañana seguirán quejándose del Gobierno en la barra del bar.

3. Es indudable que los sindicatos han quemado un cartucho y se han quemado ellos mismos. Lo segundo me importa más bien poco. El problema va a venir cuando los diputados españoles (QUE TIENEN BLINDADAS SUS PENSIONES MÁXIMAS gracias a un vil reglamento, nunca me cansaré de denunciarlo) nos rebajen las pensiones y/o nos alarguen la vida laboral. Será un motivo más que suficiente para salir a la calle, pero el descrédito de Méndez y Toxo y el hartazgo de los ciudadanos hará que la gente se vuelva a quedar en casa. En Francia han hecho por este motivo dos huelgas generales en septiembre, el 7 y el 23. Los políticos españoles quieren que votemos una vez cada cuatro años y a callar, y lo van consiguiendo.

4. El fondo del asunto. La reforma laboral es incomprensible, puesto que para crear empleo se limita a facilitar y abaratar el despido y crear otra modalidad de contrato fijo (¿cuántos hay ya?) que en los cuatro meses de vigencia no ha tenido ningún éxito. Lo que quieren los empresarios, que son los que crean empleo, es que se abaraten los costes laborales, como vienen clamando en el desierto desde hace tres años. Si les hubiesen hecho caso, no tendríamos tantos parados y las empresas serían más competitivas.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

lunes, 13 de septiembre de 2010

Mis lecturas agosteñas (2010)

El año pasado olvidé contar aquí cuáles habían sido mis lecturas veraniegas -la lectura compulsiva es uno de mis placeres estivales, junto a los tomates y los melocotones-, con lo que disfruté de Guerra y Paz (editorial Taller de Mario Muchnik, con traducción de Lydia Kúper). Cuando oía comparar a Tolstoi con Dostoievski consideraba, sin haber leído al primero, que pocas novelas podían superar a Crimen y Castigo. Pues bien, ha pasado un año y aún no sabría escoger la mejor entre Crimen y Castigo y Guerra y Paz. Ya sé que no descubro nada más al referirme a lo gran escritor que fue Tolstoi, pero necesitaba ponerlo. Tanto me gustó su obra cumbre, que este agosto decidí leer Ana Karenina. Cómo no encontré una edición con letra de tamaño suficiente, acabé comprándome dos novelas cortas de Tolstoi para compensar. El verano que viene volveré con la Karenina, ya que obras tan extensas no son para el invierno. Sin más preámbulo, he aquí la lista de mis lecturas agosteñas, con un breve comentario:

El espíritu áspero. Gonzalo Hidalgo Bayal (Tusquets). Lo empecé en primavera y lo tuve que dejar para leer uno en inglés (tarea de clase, The talented Mr. Ripley, de Patricia Highsmith). Lo acabé en verano. Es una muy buena novela (el de Hidalgo Bayal) que agradará a los amantes de la lengua castellana, puesto que está llena de juegos del lenguaje y está muy bien escrita. Enlazo aquí la página oficial.

La muerte de Iván Ilich. Lev Tolstoi (Alianza Editorial). Novela corta, ácido retrato de la hipocresía de la sociedad rusa de finales del siglo XIX. Con la maestría que le caracteriza, Tolstoi relata la rápida enfermedad y agonía del juez Ilich (al parecer, un personaje real), quien sólo encuentra alrededor indiferencia, vanidad y egoísmo, actitudes a las que él no había sido ajeno antes de caer enfermo. Describe también una burocracia y corrupción que recuerda a la que vivimos hoy en día en España. Página oficial (incluye la siguiente obra).

Hadyi Murad. Lev Tolstoi (Alianza Editorial). Otra gran novela del escritor ruso, basada en hechos reales, en la que cuenta las peripecias del general checheno Hadyi Murad en la guerra contra los rusos en 1852 (aunque la obra la escribió Tolstoi al final de su vida y se publicó después de su muerte). Con ella se entiende el odio que se profesan rusos y chechenos, que pervive más de 150 años después.

Viaje con Clara por Alemania. Fernando Aramburu (Tusquets). La última novela de quien ya escribí aquí que es uno de mis autores contemporáneos favoritos. He disfrutado con el humor de Aramburu, aunque es un poco repetitivo porque sus casi 500 páginas son el relato de la relación entre el autor y su esposa. Página oficial.

Los imperfeccionistas. Tom Rachman (Ediciones Plata). Me lo dejó un amigo porque trataba del mundo del periodismo. Es una novela muy amena sobre los empleados de un periódico en inglés que se edita en Roma, con diferentes capítulos dedicados cada uno a la vida y trabajo de un personaje intercalados con la historia del periódico. Se nota que lo ha escrito un periodista (es la primera novela de Rachman, nacido en Londres y criado en Canadá) porque refleja fielmente las rutinas y las miserias de esta profesión. Página oficial.

Ahora estoy con La ciudad sentida, de Manuel Longares (Alfaguara), que no está mal, pero supongo que disfrutaría mucho más si conociera mejor esa ciudad sentida por el autor, que no es otra que Madrid.