La justicia es imposible, pero deseable. Pocas cosas hay que me hagan perder más la esperanza de alcanzarla que la administración de la justicia en el mundo, sin mayúsculas, en el sentido amplio de la palabra, desde el magistrado de más categoría hasta el ciudadano de a pie que hace de Salomón (o no) cuando le toca, pasando por alcaldes, árbitros, policías, profesores, progenitores y todo aquel que debe decidir sobre otros.
Acabamos de ver, en pocos días, a un pederasta condenado dos veces que estaba en la calle y mató a una niña; a dos ricos estafadores, declarados así por el propio tribunal que los absuelve, que se libran de la cárcel y de devolver el dinero por una interpretación de los plazos que se sacan los jueces de la manga con puñetas, y a un gobierno africano que amnistía a los secuestradores frustrados de 103 niños a petición del Gobierno francés, que nunca amnistiaría a un africano que intentase secuestrar a 103 niños franceses. Pero hay mucho más, y en este blog me dispongo a contarlo, junto a otras cosas que mi razón no entiende.
miércoles, 2 de abril de 2008
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