"Por más que denunciamos las mentiras que circulan por Internet, por más que avisamos a la gente de que no reenvíe los mensajes en cadena que recibe y que no se los crea, el año pasado unas 3.000 personas cayeron víctimas del phising (estafa electrónica). ¿Por qué sigue picando la gente? Porque necesita recibir noticias que les gusta oír. Y lo que no podemos enseñar a la gente es a tener sentido común". Lo ha dicho Víctor Domingo, presidente de la Asociación de Internautas, en un interesante reportaje publicado hoy por El País, con un titular demasiado largo: "Los bulos se disfrazan de noticias en la Red".
Los bulos o rumores están muy estudiados y sigue sorprendiendo que personas de alto nivel cultural sigan tragándose historias como la del móvil que explota o el árabe que le dijo a su vecino (amigo o conocido del que cuenta el bulo hasta que le pides el teléfono y entonces resulta que es un conocido de un conocido) que no se subiese en el tren el 11-M o que no fuera a trabajar el 11-S a las Torres gemelas.
Las épocas de crisis emocional en la sociedad son propicias para los rumores. En 1992, cuando desaparecieron las niñas de Alcàsser (Valencia), corrieron por la zona rumores como que las habían secuestrado en los probadores de una tienda de la que se daba incluso el nombre, para la trata de blancas. En aquellas fechas leí el libro Rumores, de Jean Nöel Kapferer, publicado en 1989, donde recogía idénticos rumores que los que corrían por Valencia localizados en otros lugares de Europa y América con ocasión de traumas sociales.
Ni que decir tiene que los rumores se acabaron el día en que aparecieron los cadáveres de las tres niñas en enero de 1993. En aquella época apenas había internet en España, pero los medios de comunicación, especialmente la televisión, se encargó de dar pábulo a todo tipo de disparates durante la búsqueda de las niñas y en el posterior juicio.
martes, 30 de septiembre de 2008
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