"Desde que se aprobó la Constitución con sus exigentes parámetros jurídicos hemos estado practicando la falacia del nirvana: pensar al legislador y al Gobierno como actores importantes pero corruptibles, dispuestos a traspasar límites, a ceder a tentaciones. A su lado, por fortuna, estaba la judicatura, a la que se encomendaba toda garantía, todo control jurídico, toda vigilancia de los valores constitucionales. Nadie estaba ya al arbitrio de ningún poder porque allí estaban los jueces. Entre unos poderes viciosos y unos jueces puros, capaces, trabajando sin límites de tiempo e información, y adornados con todas las virtudes del gran jurisconsulto, ¿quién iba a dudar?..."
Descorazonador artículo de opinión, titulado "La ingravidez de la ley", el que hoy publica en El País Francisco J. Laporta, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid. Por lo que se ve, el problema no es sólo el lamentable estado de la Administración de Justicia, sino el sistema entero, empezando por el poder legislativo.
Reproduzco aquí otra frase: "En España se legisla rematadamente mal. Tras más de 15 años ocupándome de la ley y su impacto social creo poder afirmar que se está tornando poco a poco una herramienta normativa testimonial e inútil".
lunes, 2 de marzo de 2009
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